Sin titulo

Esto fue leido por mi, en el Cementerio Jardin de Pacheco como homenaje, junto con otro de sus escritos, “No morire en la nieve”.

 

Se dice siempre que en el día en que muere

aquél a quien amamos,

muere una parte nuestra.


Quiero creer que no :

no muere el otro, muere su presencia.


Sus manos ya no buscan nuestras manos ;

sus besos no nos llegan y su rostro

no espera ansioso las caricias nuestras.

Buscamos su mirada sin hallarla ;

temblamos con el frío de la ausencia ;

sentimos el dolor de las palabras

que quedarán no dichas para siempre.

Pero no muere el otro, muere su presencia.


Y poco a poco el hueco negro y hondo

que se abrió en nuestro pecho cicatriza

y se hace nuevamente nido y cuna,

para esperar al otro que regresa.

Y sus sonrisas calman nuestro llanto,

y sus palabras tiernas nos consuelan

y recuerdos de gestos ya lejanos

se vuelven hoy, e integran nuestros días

llenando ese vacío,

porque no muere el otro, muere su presencia.


Aquellos que queremos vuelven siempre

y viven dentro nuestro dando vida,

compartiendo el camino, hasta aquel día

en que nosotros mismos

vayamos y volvamos

a llenar otros huecos, sanar otras heridas

cerrando el ciclo eterno de la vida.


Norma Muñoz

Diciembre 1996