Pescando Unicornios

 

Pescando unicornios.


Casi siempre se lo veia desde lejos. Mas temprano que los gimnastas matinales, los caminantes insomnes, los romanticos buscando amaneceres diferentes, los trasnochadores perdidos buscando pareja tardia o el camino a la derrota de sabanas solitarias.


Era viejo desde siempre. Nunca nadie lo vio distinto. Siempre fue “el viejo”. De lejos parecia simplemente otro pescador. Lo peculiar era su falta de equipo, ni tampoco nadie nunca lo habia visto tirando una linea, o ni siquiera armandola.

Nunca nadie lo vio festejando, librando un pez no deseado, cargando un balde exitoso.

Sin embargo alli estaba todas las mananas. Incansable. La mirada fija. La mano firme.


“Como va?... alguna suerte?” La voz lo sobresalto momentaneamente. Pero rapidamente volvio a fijar su mirada en el horizonte que se adivinaba entre la bruma temprana.

No buscaba compania. Intuyo que si ignoraba al interlocutor, este se iria mas rapido.

“Le pregunto por que lo veo a diario… pero nunca veo que saque nada.”


El reproche no le gusto. Necesitaba defenderse, cubrirse con alguna excusa.

“Nunca he conseguido lo que busco.” Replico con voz dura, pero que de alguna manera buscaba justificarse.

“No se lo tome a mal. Quiza lo pueda ayudar.”, replico el extraño.


Sin embargo recien alli se dio cuenta de que el otro habia aparecido repentinamente. A pesar de su concentracion, el viejo nunca estaba totalmente ajeno a lo que ocurria a su alrededor. No era la primera vez que veia a alguien acercarse y se preparaba para evitar conversacion o contacto.

A veces los personajes que rondaban la playa a esa hora de la manana no eran los mas adecuados.

Esta vez si que no pudo evitar mirarlo. Como explicarle a quien aparentemente era un experimentado amante del arte de la pesca. Como evitar la presencia de quien solo queria extender una mano amiga.


Dubitativamente al principio, mas seguro luego le clavo la mirada. Definitivamente no parecia un pescador. Tampoco un trasnochado ni un corredor. Ni siquiera un turista paseando.

Habia algo significativo y preciso en su presencia y su conversacion.

“Tiene razon. No soy un pescador. Ni tampoco entro en ninguna otra categoria.”


Antes que el viejo lograra cerrar la boca abierta por el asombro de ver sus mas profundos pensamientos expresados en forma tan casual, el paseante volvio a preguntar.

“Entonces que sigue buscando?... si despues de tantos años todavia no lo ha conseguido?”


Habia algo en el intruso que le provocaba sentimientos confusos. Quien era para cuestionarlo? Quien era para que el le contara sus pensamientos mas intimos? Quien era?

“No se pregunte mas. No tiene importancia. Solo quiero ayudarlo. Lo veo mas perdido que …a los trasnochados.”

Otra vez! Intolerante! El Viejo trato de controlar su irritacion y sorpresa a sabiendas de que era inutil.


“Que busca?” El intruso tenia en su mano la caña que segundos antes habia estado en las manos del viejo. En la otra mano casualmente sostenia el final de la linea en la cual sorprendentemente ni habia un anzuelo ni carnada. Solo un lazo, que aunque chorreando agua de mar, se adivinaba que era de fina seda de color azul oscuro.


“Como?.. cuando recogio la linea?” solo atino a decir sorprendido ya que ni se habia percatado de que el intruso habia tomado su equipo con total descaro. Sin embargo no podia mostrase molesto. Habia algo en el intruso, que le impedia contestarle como cualquier otro hubiera merecido.


“Que busca?” insistio el intruso con immutable expresion. El viejo dejo caer su ultima defensa.


”Unicornios”, respondio simplemente, preparandose para una burla cruel. “Busco unicornios en el mar.”


“Ya veo.” Un atisbo de sorpresa casi le cruzo el rostro. Aunque acostumbrado a lo inverosimil, la respuesta francamente lo sorprendio, sin embargo sin hacer ningun juicio, agrego, “Ahora me doy cuenta.”

“De que se da cuenta?” pregunto el viejo.

“De la futilidad de su esfuerzo, generalmente encuentro gente como Usted buscando desde las playas. A veces barcos hundidos con tesoros olvidados, o miticas criaturas, serpientes marinas, el borde del abismo… pero…”

El intruso titubeo. No queria que su mensaje sonara como un reproche. Dudando, miro al viejo, de frente.

“En algunos casos extremos, hasta he visto almas perdidas buscando sirenas. No me malinterprete, considerando donde se encuentra, debido al lugar en que estamos, seria mucho mas apropriado, y con su perdon, hasta mas logico. Y aun asi he visto gente que dejo su vida en estas futilidades. Pero unicornios?” Dejo la ultima frase en el aire. Llena de dudas y confusas conclusiones.


El viejo miro a lo lejos como juntando ideas, borrando nubes, buscando palabras exactas. Sabia que era dificil expresar la idea que lo habia llevado a esa playa como a tantas otras por tanto tiempo. Tal vez nunca se habia preguntado por que. Titubeante intento.


“Cualquiera puede hacer eso. Tesoros, barcos e historias de piratas. Tiene razon, sirenas quiza tenga sentido. Muchos hasta lo logran. Lo he visto… lo he soñado. Yo decidi temprano que seria distinto. Lo mio no es una empresa inutil. Es un esfuerzo distinto. Por años he buscado y en esa busqueda con meta inalcanzable he encontrado lo que otros ni sueñan.”


El intruso no cesaba de mirarlo fijamente. “Pero… y el tiempo perdido?”

“Ninguno. He estado por todas las playas y mares que he encontrado en mi camino buscando mis unicornios . En esos camino he vivido mucho mas que si hubiera tomado la ruta mas transitada.”


El intruso quedo pensando largo rato. Su mirada escudriñando del horizonte.

Finalmente dijo, “Entiendo. Pero no creo que pueda ayudarlo.”

“Ya lo ha hecho. Si hay alguien como usted que sabe de mi busqueda, entonces no es en vano. Por alli en estas aguas se encuentra con certeza la recompensa a mis anhelos.”


Asi de imprevisto como habia llegado, el intruso desaparecio. Flotando en el aire su presencia, un halo de ensueño que el viejo no supo determinar.


El viejo volvio su mirada al agua. No era el mismo. Un cambio imperceptible dibujaba marcas tenues en su gesto. Una intencion renovada fruto de su perseverancia.

Si angeles misticos recorrian y compartian su ruta dejando pequeños vestigios de un “quiza”, si nunca con certeza desafiaban su sanidad, la posibilidad era cierta.

Su caña estaba sostenida en su mano firme, la linea totalmente extendida perdiendose a lo lejos. Ni sabia como habia vuelto al mar, ni sabia si agua vez habia dejado de estar en el agua. A lo lejos flotando se veia el lazo azul, que prometiendo se mecia tentador al vaiven de la marea.


Recortandose en el horizonte entre la bruma confusa, se veia la curva elevada de una ola cuya figura desde lejos contra la plana superficie se confundia con el mitico perfil de un anca.


En ocasiones en un manojo de algas contrastando su color contra el agua clara se podia adivinar una mata de crines sobresaliendo del agua calma.


Otras veces una definida cresta de espuma causada por una ola rompiendo temprano era quiza la linea provocada por la estela que un cuerno apenas asomando del agua dejaba como testigo de su paso.

En esas ocasiones el corazon del viejo aceleraba su latido.

Nunca perdida la esperanza, confrontando la realidad con ojos cansados, pero aun llenos de asombro y anhelo, nunca rindiendo su mano firme, sosteniendo con su caña un lazo de seda que incansable todavia se mece entre las sombras de aguas desconocidas.


Fernando

Julio 2013